¡El doctor tuvo la culpa! Esta frase resuena con fuerza en las calles de Gondomar y Liverpool tras la trágica muerte de Diogo Jota y su hermano André en un devastador accidente automovilístico. La indignación crece entre los fanáticos y la comunidad, que clama justicia por la decisión fatal de un cirujano que, en lugar de permitir que Diogo volara, lo envió por carretera, condenándolo a un destino mortal.
La noche del accidente, Diogo, recuperándose de una operación, suplicó por un vuelo. “¡Déjame volver rápido! Mi madre me necesita”, rogó. Sin embargo, el médico, en una decisión que muchos consideran negligente, le cerró las puertas del cielo y lo arrojó a la vorágine de la carretera. Un neumático traidor reventó y, en un instante, un Lamborghini se convirtió en un infierno de llamas. La tragedia dejó a una madre abrazando retratos y a una comunidad entera en duelo.
Los ecos de su risa y sueños se desvanecen, reemplazados por gritos de rabia. “¿Por qué, doctor? ¿Por qué no lo dejaste volar?”, claman los vecinos, mientras las pancartas frente a la clínica del cirujano marcan su condena: “Asesino”. La presión crece, y se rumorea que la familia de Diogo está preparando acciones legales. La multitud, hambrienta de venganza, busca al médico, quien se ha ocultado, incapaz de enfrentar el horror que su decisión ha desatado.
Las redes sociales se inundan de indignación, mientras amigos y compañeros de Diogo, devastados, exigen respuestas. “Era nuestro motor”, dicen, recordando al hombre que siempre sonreía. La culpa pesa más que cualquier expediente médico, y la comunidad no se detendrá hasta que el cirujano rinda cuentas. Este es solo el comienzo de una historia que arde con rabia y dolor. El doctor tuvo la culpa, y no hay forma de escapar de la verdad que todos gritan.