¡Los gritos fueron desgarradores! Así lo han confirmado los testigos y sobrevivientes del trágico accidente en la A52, donde Diogo Jota, estrella del Liverpool, y su hermano André encontraron una muerte aterradora. En una madrugada fatídica, el Lamborghini Urus que conducían se estrelló y se convirtió en una trampa mortal. Los hermanos no murieron al instante; sus gritos de auxilio resonaron entre las llamas, clamando por ayuda que nunca llegó.
El horror comenzó con un reventón de neumático a más de 140 km/h. Martín Castaño, un camionero que transitaba por la ruta, escuchó el estruendo y se detuvo. Lo que vio fue un coche destrozado y, desde dentro, a Diogo y André pidiendo ayuda, golpeando los cristales blindados que se convirtieron en su prisión infernal. “¡Ayúdame, hermano! ¡No puedo salir!”, gritaban. Pero el fuego devoró el vehículo rápidamente, y a pesar de los intentos de los testigos por rescatarlos, fue en vano.
La versión oficial habla de un accidente por exceso de velocidad, pero las preguntas abundan. ¿Por qué la caja negra del automóvil se reinició después del impacto? ¿Dónde está el celular de Diogo? ¿Por qué un coche negro sin placas los seguía tan de cerca? La curva donde ocurrió la tragedia ha sido rebautizada como la “curva del grito”, un lugar donde los ecos de sus súplicas aún resuenan en la memoria colectiva.
Mientras el Liverpool y el mundo del fútbol lloran la pérdida, la familia de Diogo pide privacidad, pero la indignación crece. Testigos como Martín Castaño han sido atacados por quienes cuestionan su relato. Sin embargo, él se mantiene firme: “Estaban vivos. Gritaron por ayuda”. El caso ha reabierto viejas heridas y ha encendido una búsqueda de verdad que muchos consideran ineludible. La curva del grito se ha convertido en un altar de flores y velas, un recordatorio de que la justicia aún está por llegar. ¿Por qué nadie escuchó sus gritos a tiempo? La verdad, dicen, arde más que el fuego mismo.