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En un impactante giro de los acontecimientos, Valeria Márquez, una influyente joven de 23 años, fue asesinada en una transmisión en vivo mientras compartía momentos de su vida cotidiana con más de 100,000 seguidores. La tragedia ocurrió el 13 de mayo de 2025, en su salón de belleza en Zapopan, Jalisco, un lugar donde la luz y la alegría se convirtieron en el escenario de un crimen horrendo. Su última frase, “¡Vale, sí!”, resonó en el aire antes de que disparos interrumpieran la transmisión, dejando a la audiencia en shock y sin palabras.
Valeria había expresado previamente su inquietud por un regalo costoso dejado en su salón por un desconocido, una advertencia que, trágicamente, se tornó en una profecía. La Fiscalía de Jalisco investiga su muerte como feminicidio, un término que refleja la brutal realidad de la violencia de género en México, donde más de 852 mujeres fueron asesinadas solo en 2023.
La muerte de Valeria no es un caso aislado. Días antes, otra mujer, una candidata a la alcaldía en Veracruz, fue asesinada durante una transmisión en vivo. Estos crímenes, que parecen estar conectados, revelan un patrón aterrador de violencia dirigido a mujeres que alzan la voz en un país donde el 85% de los actos violentos contra mujeres nunca se denuncian.
Las teorías sobre su asesinato abundan: desde un obsesivo enamorado hasta un asesino a sueldo, pero lo que queda claro es que Valeria se convirtió en un símbolo de resistencia, un recordatorio de que hablar puede ser un acto de valentía en un mundo donde el silencio se impone a menudo con la sangre. Su muerte, fría y calculada, se convierte en un mensaje escalofriante: “Podemos llegar a cualquiera en cualquier momento”.
Mientras el eco de su risa se apaga, la sociedad debe despertar. La vida de Valeria no fue solo una tragedia; su legado es una llamada a la acción. No podemos permitir que su muerte se convierta en un eco olvidado, sino en un grito de justicia que resuene en cada rincón de México.