El alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero, ha desatado una tormenta mediática tras su inesperada actuación de break dance durante el festival urbano O Marisquiño. En un intento por conectar con la juventud, Caballero subió al escenario y ejecutó unos pasos que han sido calificados de ridículos por muchos. El video, que ya supera el millón de reproducciones en redes sociales, ha dividido opiniones: algunos lo ven como un gesto simpático, mientras que otros lo consideran un reflejo de la falta de seriedad en la política gallega.
La actuación, lejos de ser un mero acto de diversión, ha encendido el debate sobre la dirección del socialismo en Galicia. Caballero, tras su espectáculo, proclamó que Vigo es la “capital mundial del break dance”, una afirmación que ha sido recibida con escepticismo y burlas. En un contexto donde el Partido Socialista enfrenta acusaciones de corrupción y escándalos internos, muchos interpretan este baile como un intento desesperado de desviar la atención de los problemas más serios.
La estrategia de utilizar el espectáculo para ganar visibilidad no es nueva. Otros líderes del partido han recurrido a tácticas similares con éxito mediático, pero la pregunta que queda es: ¿hasta qué punto es sostenible esta política del espectáculo? Mientras el alcalde se mueve al ritmo de la música, la percepción de una política reducida a un show viral se hace cada vez más evidente.
Con la presión sobre el socialismo gallego en aumento, la actuación de Caballero podría ser vista como un último intento de mantener la relevancia en un panorama político complicado. A medida que el debate se intensifica, queda claro que el break dance del alcalde no solo ha generado risas, sino también una reflexión crítica sobre el futuro de la política en Galicia.